Las historias que traían los vendedores desde el otro lado de
las montañas siempre hablaban de cielos oscuros, de humo y de piedra. Decían
que antes, en los tiempos remotos, apenas había cielo, que las estrellas
brillaban con menos intensidad y que la gente moría por respirar demasiado.
También hablaban de extrañas luces que iluminaban las noches, como manadas de
fuegos fatuos que podían arrastrarte hasta la perdición.
Pero, sobre todo, hablaban de las ciudades. Hubiera dado lo
que fuera por ver una.
Alerta